Quizás de las 30 FAQs esta sea la más eficaz por razones obvias.
La mayoría de nosotros, incluidos los psicólogos, en algún momento de nuestra vida puede que nos veamos en la necesidad de pedir ayuda psicológica.
Existen diferentes situaciones o síntomas que pueden indicar la necesidad de acudir a un psicólogo. Algunos de ellos pueden ser:
a) Problemas emocionales: si experimentas emociones intensas y recurrentes que te dificultan llevar una vida normal, como ansiedad, depresión, ira, tristeza, culpa, miedo, entre otras.
b) Problemas de relación: si estás experimentando dificultades para relacionarte con los demás, ya sea en tu entorno laboral, social o familiar. También si has pasado por una ruptura amorosa o una pérdida significativa.
c) Problemas de conducta: si tienes problemas de adicciones, impulsividad, agresividad, conductas compulsivas, entre otras, que afectan tu vida cotidiana y la de los demás.
d) Problemas físicos: si estás experimentando síntomas físicos como dolores de cabeza, insomnio, dolores musculares, fatiga crónica, entre otros, sin que exista una causa médica evidente.
e) Situaciones estresantes: si estás pasando por una situación estresante, como una enfermedad, una crisis económica, una pérdida de empleo, un cambio de vida significativo, que te esté afectando emocionalmente.
Si estás experimentando alguno de estos síntomas o situaciones, es recomendable acudir a un psicólogo para recibir ayuda profesional. El psicólogo podrá evaluar tu situación, proporcionarte herramientas y estrategias para manejar tus emociones y conductas, y ayudarte a mejorar tu calidad de vida.
Este tipo de malestares, si no son tratados, tienden a cronificarse y hacerse cada vez mayores con un peor pronóstico en el tiempo, pero, ¿cuándo es aconsejable acudir a terapia psicológica?
El criterio general es cuando experimentemos malestar que no podamos resolver; así, si padecemos de tristeza, obsesiones, ansiedad, disfunciones sexuales o problemas de pareja, insomnio, mal carácter o fobias, mantenidos en el tiempo, son suficientes para advertir la necesidad de buscar ayuda y soluciones.
Todos los términos se refieren a profesionales de la psicología, pero existen algunas diferencias entre ellos en términos de formación y ámbito de trabajo:
Psicólogo: Es el término genérico que se utiliza para referirse a cualquier profesional que ha estudiado psicología en la universidad y tiene un grado en psicología. Los psicólogos pueden trabajar en diferentes áreas de la psicología, como la clínica, la educativa, la social, la laboral, entre otras.
Psicólogo General Sanitario: Es un psicólogo que ha completado un Máster en Psicología General Sanitaria, que le habilita para trabajar en el ámbito de la salud y la atención sanitaria. El psicólogo general sanitario está capacitado para realizar diagnósticos, evaluaciones y tratamientos de problemas psicológicos de diversa índole, en el ámbito de la salud pública o privada.
Psicólogo Clínico: Es un psicólogo especializado en el diagnóstico, evaluación y tratamiento de los trastornos mentales y emocionales. Los psicólogos clínicos suelen trabajar en el ámbito de la salud mental, en clínicas, hospitales, centros de salud, tanto públicos como privados, y pueden tratar trastornos como la depresión, la ansiedad, la esquizofrenia, entre otros.
Psiquiatra: es un médico especializado en el diagnóstico, tratamiento y prevención de los trastornos mentales y emocionales. Los psiquiatras pueden recetar medicamentos y otros tratamientos médicos para tratar problemas de salud mental, como trastornos del estado de ánimo, trastornos de ansiedad, trastornos psicóticos, entre otros.
En resumen, todos los psicólogos tienen una formación básica en psicología, pero el psicólogo general sanitario y el psicólogo clínico tienen una formación más específica en sus respectivas áreas de trabajo: psicólogo clínico en el ámbito público y el general sanitario en el ámbito privado.
La Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) es una de las terapias más efectivas para el tratamiento de los trastornos de ansiedad. La TCC es un enfoque de tratamiento basado en la evidencia que se centra en la identificación y modificación de los patrones de pensamiento y comportamiento que contribuyen a los síntomas de ansiedad.
La TCC utiliza una variedad de técnicas para ayudar a las personas a enfrentar sus miedos y preocupaciones de manera efectiva, incluyendo la exposición gradual a situaciones temidas y la reestructuración cognitiva para cambiar patrones de pensamiento negativos.
La TCC es considerada una de las terapias más eficaces para tratar los trastornos de ansiedad, como el trastorno de ansiedad generalizada, el trastorno obsesivo-compulsivo, el trastorno de pánico, el trastorno de estrés postraumático y la fobia social, entre otros.
Además, la TCC puede ser especialmente útil para las personas que prefieren un enfoque de tratamiento orientado a la acción y a la resolución de problemas.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que cada persona es única y puede responder de manera diferente a diferentes terapias. Es posible que algunos pacientes prefieran otras formas de terapia o encuentren que una combinación de terapias es más efectiva para sus necesidades individuales.
Por lo tanto, es importante trabajar con un profesional de la salud mental para determinar cuál es la mejor opción de tratamiento para cada persona.
Los trastornos de ansiedad son en porcentaje los mas consultados del total de las terapia psicológicas en su conjunto. Por ello, y por su complejidad , es vital acudir a un psicólogo especialista que pueda realizar la mejor terapia para la ansiedad, siendo determinante en el éxito de la terapia.
Yo personalmente utlizo la que Tradicionalmente es más efectiva y divulgada: la terapia cognitivo-conductual. Como exponíamos es la que ha demostrado una mayor evidencia científica al respecto.
Técnicamente, el trabajo a través de esta orientación consiste en una
Primera fase psicoeducativa para exponer y entender en qué consiste la ansiedad y sus factores asociados, con la intención de iniciar un encuadre profesional. Luego se dan a conocer técnicas de relajación para el manejo de los síntomas fisiológicos y estrategias de reestructuración cognitiva para el manejo de pensamientos anticipatorios y catastróficos.
Por último, se plantean técnicas de exposición con prevención de respuesta, como la inundación o la desensibilización sistemática, para abordar el problema de forma progresiva.
Sí, es posible que una persona que ha completado con éxito la terapia cognitivo-conductual (TCC) experimente recaídas en el futuro.
La TCC se enfoca en el aprendizaje de habilidades y técnicas para manejar los síntomas de ansiedad, depresión u otros trastornos mentales, por lo que es importante continuar utilizando estas habilidades después de completar el tratamiento.
Las recaídas pueden ocurrir por diversas razones, como el estrés, cambios en la vida, eventos traumáticos, problemas de salud física, problemas relacionales o situaciones desencadenantes que pueden desestabilizar el equilibrio emocional de una persona.
En algunos casos, una persona puede experimentar síntomas leves que se resuelven rápidamente, mientras que en otros casos, los síntomas pueden ser más graves y requerir un tratamiento adicional.
En estos casos, es importante buscar ayuda de un profesional de la salud mental lo antes posible para recibir un tratamiento adecuado y efectivo.
Para minimizar el riesgo de recaída después del tratamiento con TCC, es importante continuar practicando las habilidades aprendidas en terapia, como la reestructuración cognitiva, la exposición gradual y el entrenamiento en técnicas de relajación.
También es importante mantener una buena salud física y emocional, y buscar apoyo social y profesional si se siente abrumado o estresado.
Con el tiempo, el uso continuo de estas técnicas puede ayudar a reducir la frecuencia y la intensidad de las recaídas y a mantener la estabilidad emocional.
No, nunca ni siquiera una sola copa. Además el hecho de haberlo hecho una vez sin efectos secundarios, no implica que se produzca una reacción adversa con el alcohol y/o drogas en una siguiente toma.
Los cambios en psicoterapia se producen por la interiorización de conceptos teóricos.
Normalmente, al ponerlos a prueba, al experimentar si son válidos en nuestra vida, hallamos respuestas, llegamos a conclusiones.
Es decir, a menudo será el realizar las conductas propuestas por el terapeuta lo que favorecerá que la teoría nos sea válida en la práctica y seamos capaces de vencer al malestar.
La psicoterapia implica sesiones individuales entre un terapeuta y un paciente en un ambiente seguro, cómodo y confidencial.
En la sesión inicial, trabajamos juntos para determinar qué dificultades estás teniendo, cómo impactan negativamente en tu vida y cómo podemos superar estos desafíos de la mejor manera.
Juntos, determinamos el camino terapéutico adecuado, establecemos objetivos específicos y un plan de trabajo para alcanzar las metas.
Puede ser presencial o por videoconferencia.
Es frecuente que las personas que experimentan malestar y acuden al psicólogo para empezar un proceso de psicoterapia sientan urgencia en conocer en cuánto tiempo empezarán a notar mejoría.
La psicoterapia es un proceso que depende de muchos factores, por eso, a menudo, no es posible determinar de antemano cuánto durará el total de la intervención psicológica.
A veces, con una sesión se siente una gran mejoría y también hay personas que quieren ver a un psicólogo solo una vez para tratar una cuestión particular.
Luego, son frecuentes tratamientos de aproximadamente unas 8 sesiones repartidas en unos meses.
En algunos casos, puede ser conveniente mantener sesiones con regularidad durante largos periodos de tiempo.
Por último, mencionar que hay terapeutas que todavía emplean sistemas terapéuticos de larga duración como el psicoanálisis.
Por eso vale la pena informarse de la forma de trabajar de cada psicoterapeuta antes de la primera visita, para encontrar a los psicólogos que se adaptan mejor a nuestras preferencias.
Cualquier aprendizaje requiere una evolución. Aprender habilidades psicológicas para hacer frente a nuestros malestares requiere, probablemente, aún más tiempo que otras habilidades.
No son tangibles, no se pueden coger con las manos como se hace con una raqueta o una pelota al aprender a jugar al tenis.
Por tanto, la evolución de la terapia tendría una forma almenada y escalonada. Pocas veces, o ninguna, el cambio será lineal hacia el bienestar.
Estos son algunos aspectos a tener en cuenta:
Cambios bruscos de humor y conflictos más frecuentes que en etapas anteriores.
Sentimientos de ansiedad emocional y física mantenidos a lo largo de los días.
Llanto continuado y dificultad para afrontar las rutinas.
Dificultad para decidirse a salir de casa. Aislamiento social.
Incapacidad o dificultad seria para trabajar o estudiar, según sea el caso.
Haber vivido experiencias traumáticas.
Higiene básica descuidada, exponerse a riesgos innecesarios con frecuencia: como peleas, abuso de drogas y alcohol.
Desorientación, ver u oír cosas que nadie más lo hace, olvidar hechos importantes.